Sagardoa. Sidra. Cider. Cisere. Cidre. Seidr. Sidro. Sidrs. Cydr.

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Ya en el Antiguo Testamento queda reflejado la existencia de la “Sicera”, bebida de contenido alcohólico elaborada a partir de cereales o frutas por los hebreos. Desde entonces hasta nuestros días la sidra se ha ido extendiendo y adaptando a la tecnología y hábitos de consumo de cada lugar y momento, pero siempre respetando los métodos tradicionales de elaboración.
Aunque no se conoce con certeza el verdadero origen de la sidra, muchos historiadores coinciden en señalar que su origen se remonta a las civilizaciones egipcia y bizantina en la época anterior a Cristo. Otros investigadores atribuyen su origen y expansión por Europa a los celtas. Sin embargo, fueron los árabes quienes extendieron los distintos tipos de variedades de manzana y las técnicas para su producción por el viejo continente. La sidra fué extendiéndose, y sobre el año 1629 los conquistadores ya habían implantado los manzanos en América elaborándose ya sidra.
Esta bebida ha sido desde siempre un producto de gran tradición en los países de la costa atlántica europea, sobre todo en Francia, Bélgica, Alemania, Gran Bretaña e Irlanda. La primera referencia que tenemos sobre la sidra se remonta a la época de Carlomagno (principios de del siglo IX)
Francia es el principal país productor de sidra en Europa. Allí conocen la sidra desde los siglos V y VI, pero fue, sin embargo en el siglo XV cuando experimentó un importante impulso gracias al cambio climático que favoreció al cultivo del manzano. Durante el siglo XVI, debido a los sistemas de prensado que importaron de España, las técnicas de producción de la sidra se modernizaron.
Los primeros manzanos que se encontraron en Gran Bretaña fueron plantados por los romanos, pero los primeros indicios de la sidra son posteriores a la conquista de los normandos. Ellos fueron quienes llevaron nuevas variedades de manzanas y quienes establecieron la tradición sidrícola que hoy en día tiene lugar en la isla.
En la Península Ibérica, la costa cantábrica y especialmente en Asturias y el País Vasco, son zonas con abundante presencia del cultivo del manzano desde tiempos inmemoriales, siendo numerosos los autores que defienden la hipótesis de una progresiva extensión del cultivo desde estas zonas al resto del arco atlántico.
Hasta el siglo XVII la elaboración de sidra está orientada hacia el auto-consumo. Es a partir de estas fechas cuando cobra mayor protagonismo. Los lagares comienzan a configurarse como unidades de producción destinadas a la elaboración y comercialización de sidra natural.
El siglo XIX es clave para la compresión de la evolución de la sidra en todas sus variantes y aspectos, al suponer un punto de inflexión, tanto por la evolución tecnológica e industrial, como por los profundos cambios demográficos, factores que contribuyeron a revolucionar las formas de producción, comercialización y consumo.
A lo largo del siglo XX hubo un periodo inicial de prosperidad, detenido por la guerra civil y seguido por un declive hasta los años ochenta, en el que se implanta un concepto moderno y urbano de sidrería y un aprecio por los productos tradicionales, que suponen la incorporación de la juventud y la población femenina al consumo de sidra natural.
Tipos de sidra
La sidra que se elabora normalmente en nuestro país es la sidra natural (tradicional, ecológica, de manzana seleccionada, o de nueva expresión), que es la elaborada exclusivamente a partir de la mezcla de distintos tipos de manzanas, mientras que la sidra espumosa, más frecuente en otros países, está elaborada a partir de una mezcla de zumo de manzana, mosto y concentrados, a los que se añade gas y edulcorantes.
Conservación y servicio de la sidra
La sidra natural por sus características, requiere unos mínimos cuidados en su conservación. Debe almacenarse en lugares frescos, evitando su exposición a los rayos solares, alejado de fuentes de calor y evitando movimientos y vibraciones.
La temperatura de servicio aconsejable es de 14º a 15ºC, fresca, nunca fría, ya que el frío enmascara sus aromas naturales.
Se dice que la sidra hay que “escanciarla” a cierta altura contra el lateral del vaso. El vaso conviene que sea ancho, largo y de cristal fino, de esta manera se desprende lo que se conoce en el País Vasco como Txiparta, burbujas que revientan en el vaso y desaparecen rápidamente. Otro consejo recomendable es beber la sidra nada más servirla, para poder apreciar mejor sus aromas. La cantidad servida también es característica que en Asturias se llama “Culin”.
La sidra es idónea para disfrutar de aperitivo con toda clase de comidas y productos tradicionales.
Juan Múgica Flores

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