La autocaravana del Golpista y Dictador


Mal que nos pese, el golpista y dictador, Francisco Franco, fue uno de los primeros españoles en utilizar la autocaravana en la Península. Tiene la matrícula 000043. Albergó el puesto de mando móvil de Franco durante la Guerra Civil. Es un camión Ford V8 que entró en servicio en 1938 y formaba parte de un convoy denominado Términus, constituido por siete vehículos idénticos y con matrículas consecutivas que albergaban el apartamento del generalísimo; una enfermería, un dormitorio para sus ayudantes, otro para su Estado Mayor, una oficina, una cocina y un comedor. A bordo de este camión, el general dirigía las operaciones militares sobre el terreno. Cuando concluyó la contienda, lo utilizó para satisfacer su otra afición favorita (aparte de detentar el poder): las partidas de caza y pesca. Luego lo olvidó. ¿Cuántas penas de muerte firmaría sobre esta mesa antes de jubilarlo? Mejor no pensarlo.
El camión, elegante, muy sobrio, forrado de madera, de un caqui marcial y con el escudo de armas de Franco pintado a pincel en las puertas, aparenta un perfecto estado de salud.
La tentación es tumbarse en el catre del dictador, aunque se nos hiele la sonrisa. Resulta blando, estrecho e incómodo. Huele a polvo y humanidad. Sobre el cabecero, un crucifijo plateado. A su derecha, un sillón ajado y un escritorio en el que reposa una escribanía con tintero y secante repujada con el águila imperial y un teléfono de campaña. El conjunto se completa con un aseo con ducha, un sofá deslustrado y un armario empotrado.
Esta autocaravana se encuentra olvidada en un viejo garaje de lo que fue el Regimiento de la Guardia de Su Excelencia el Jefe del Estado y hoy Guardia Real. Recibió un completo tratamiento de recuperación por parte del “Círculo de amigos de las unidades acorazadas TRUBIA”, que lo puso al día y se mantiene con celo militar en El Pardo.
En los tres acuartelamientos de la Guardia Real en El Pardo (El Rey, La Reina y El Príncipe) trabajan 1.700 militares: aviadores, marinos e infantes; alabarderos y lanceros; jinetes a caballo y artilleros, incluso perros adiestrados para localizar explosivos y buceadores de combate. La Guardia Real es una unidad de élite que no se parece a ninguna otra unidad del Ejército, forma parte de la Casa de Su Majestad el Rey y está diseñada para velar por la seguridad del monarca, rendirle escolta y honores, custodiar (al menos de forma simbólica) el palacio de la Zarzuela y los Reales Lugares y estar a su disposición para lo que necesite.
La Guardia Real conserva en El Pardo algunos de los lujosos vehículos más importantes de nuestra historia, muchos de los cuales aún se usan en las grandes ceremonias de Estado. Un recorrido por los 40 años de dictadura y los primeros pasos de la democracia a través de un legado motorizado único, muy pocas veces visto.
A pesar de que la gente se moría de hambre y de miseria el Dictador no tuvo empacho en derrochar dinero en la compra de los vehículos más caros de la época. Suponen, por otra parte, un peculiar manual de historia que nos muestra, por ejemplo, los saltos mortales de Franco en política exterior para eternizarse en el poder, que se materializaban en la nacionalidad del vehículo que usaba en cada momento para complacer a su aliado de turno. Desde su entrañable amistad con Adolfo Hitler (que le regaló por su cumpleaños en 1940 un Mercedes 540 todoterreno de seis ruedas similar al que obsequió a Mussolini) y su profunda admiración por el régimen nacionalsocialista (el otro imponente Mercedes que se conserva en El Pardo, un 770 Pullman blindado y con motor de avión, es idéntico al que usaban Hitler y los jerarcas de las SS), a su súbito acercamiento a los americanos en cuanto los nazis perdieron la contienda (que se concretó en la compra de un Cadillac Fleetwood de 1948 y varios Buick Eight); su aproximación a los británicos en los cincuenta (que se tradujo en la compra de tres Rolls-Royce Royal Phantom IV, como el que usaba Isabel II), hasta los intentos, en pleno desarrollismo, de presumir de poderío industrial (con un despampanante Chrysler Imperial que le fabricó a medida el empresario Eduardo Barreiros en 1964) hasta su vuelta al redil del complejo militar-industrial estadounidense, a partir de 1970, con sucesivas generaciones de Cadillac Fleetwood, El Dorado y Brougham, al estilo de los dictadores bananeros de la época, que conservaría hasta el final de sus días (uno lo heredaría la Reina). (Información obtenida de “El País”)
Juan Múgica Flores

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